La zona cero del sauvignon en Chile

Casablanca es el valle desde donde las olas frescas y frutales del sauvignon se expandieron por todo Chile. Fue aquí donde comenzó la historia del sauvignon blanc y donde hoy se encuentran algunos de sus mejores ejemplos.

No se trató de una explosión ni menos del epicentro de un terremoto, aunque en la escena del vino significó un fuerte remezón cuando, hacia fines de los años 80, el enólogo Pablo Morandé comenzó a plantar las primeras parras de sauvignon blanc en Casablanca, un valle costero en el que él mismo había sido pionero, en 1982.

Lo que antes se conocía como sauvignon, en realidad era una suerte de hermano pobre o, si lo prefieren, pariente lejano conocido como sauvignon vert o sauvignonasse. “Nos dimos cuenta de que el nuevo material clonal era de madurez mucho más tardía, por lo menos un mes; que la acidez era más pronunciada, que los aromas eran más frutales y menos acebollados, y que el vino lograba mantener el frescor por más tiempo”, recuerda Morandé. Y sí, dijo “acebollado”, una característica aromática medio insoportable del sauvignon vert que para algunos incluso era derechamente olor a sudor.

La nobleza del sauvignon real -el blanc- marcó una tremenda diferencia con lo que habíamos probado hasta ese momento como ejemplos de la cepa. Y, más aun, Casablanca y su clima fresco y marino permitió que la uva se expresara todavía con mayor claridad. Estamos hablando de 1991 o quizás de 1992, cuando las plantas clonales, importadas por Morandé desde California, dieron sus primeros frutos, vinificadas esta vez por Ignacio Recabarren, hoy enólogo de Concha y Toro, pero por ese entonces a cargo de la recién creada Viña Casablanca, de Santa Carolina.

Si Pablo Morandé fue el primero en imaginar el éxito que tendría el sauvignon blanc en Casablanca, Ignacio Recabarren fue el encargado de llevar esas ideas a la práctica, con vinos que los amantes del sauvignon blanc chileno podrían considerar míticos, pioneros en una uva que terminaría siendo la especialidad del valle. Hoy Casablanca tiene alrededor de seis mil hectáreas plantadas con viñedos, y la mitad de ellos son de sauvignon blanc.

Casablanca también es la directa responsable de que Chile ostente una de las pocas categorías propias en el mundo. Junto con el cabernet chileno (y, quizás, siendo generoso, con el carménère), está el sauvignon blanc costero de Chile, una categoría que se busca y que se reconoce en el mundo como de prestigio.

Lo anterior nos lleva a lo siguiente. El sauvignon blanc es confiable la mayor parte del tiempo, incluso cuando baja de los $6.000 (ver listado), lo que habla de una consolidación de la cepa en el valle. Sin embargo, más arriba en términos de precios, también se pueden encontrar algunos de los mejores sauvignon de Chile. Y tanto los caros (nunca tan caros, en realidad) como los más baratos, todos sirven para darle frescor a lo que va quedando del verano. ¿Alguien se anota con un cebiche?

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